Dolor, lágrimas y tristeza en los seleccionados de Venezuela de la Sub 20. Regalaron una memorable final junto a Inglaterra, nada que reprochar, una Venezuela que tenía paralizado los corazones y atención no sólo de un país sino de un continente, una sociedad, una cultura, una ideología, un sentimiento, las fronteras salían sobrando. Por su parte, Inglaterra mostró un gran equipo, con talento, fuerza, orden y eficacia para vulnerar a Venezuela con sus ataques y desintegrar con calidad el peligro en su área. Si bien el primer tiempo fue de Inglaterra, el segundo lo fue de Venezuela, se vio un equipo de 11 ingleses jugando al fútbol tratando de entender lo que ocurría en la cancha cuando la balanza se inclinó para una Venezuela que entregó su corazón a morir en cada balón, algo que no se pudo reflejar en el marcador, no porque les faltó algo sino porque esto es el fútbol. No es merecimiento, no es justicia, no es compasión, no es lógica, no es matemática ni es dinero, es sólo realidad.
Sin ánimo de juzgar, sino mostrar lo que también hoy regaló esta final para el fútbol, quien desentonó en la Vinotinto fue justo su mayor referente, y no lo afirmo por el penal errado, considero que esto fue un síntoma más de lo que pudo haberle ocurrido durante el partido. El diferente de Venezuela fue diferente también hoy, no necesariamente por destacar entre los demás sino por todo lo contrario, pues sus compañeros lo superaron en la cancha. Según mi lectura del partido la gran diferencia fue que sus compañeros hicieron lo que sabían y podían hacer según sus capacidades o incluso rindieron más; sin embargo, él estuvo por debajo de su nivel.
Qué síntomas vi en Adalberto Peñaranda para escribir estas líneas: desconexión, desconcentración, imprecisión, ajeno, estático, decisiones erradas, débil, impotente y desconcertado. Un ejemplo que revela lo descrito es que en las jugadas divididas se caía y se quedaba tendido, importaba más que el árbitro cobrara falta, mientras que sus compañeros difícilmente estuvieron tendidos y si caían seguían buscando la pelota y la jugada hasta recuperarla sin mirar atrás. Hoy no fue el día del atacante, eso lo vimos todos, pero que quede muy claro que lo que este muchacho debe haber vivido en el partido debe haber sido tan doloroso como la propia derrota de su equipo. No fue su voluntad que en la final del Mundial Sub 20 ocurra lo que vimos en la cancha, no lo premeditó ni lo buscó, yo creo que lo padeció. Sí, así como lo leen, a veces cuando necesitas a gritos de tu mejor versión el subconsciente te pasa la jugada más peligrosa y ocurre lo inverso a lo que deseas conscientemente. A cuántos les pasó que en el examen más importante y habiendo estudiado mucho igual desaprobaron. Lo veía y deseaba que algo lo impactara de tal forma que lo sacara del trance, un sacudón, el grito de un compañero, un remesón, un estruendo, pero lamentablemente el penal errado sólo lo hundió más, se lesionó y estuvo en la cancha rengueando en el último tramo del partido.
Quien lo vio hoy y no lo conociera podría pensar en displicencia o falta de compromiso en su juego, sus compañeros estaban dejando el corazón regado en el césped y se les notaba, aparentemente no así el joven delantero. Sin embargo, nada de lo que ocurrió hoy resta su talento, habilidad ni el amor entregado por su selección, es posible que el habilidoso referente durante el partido haya padecido de algo que le pasa hasta a los mejores: temor al fracaso, temor al rechazo, temor a la pérdida y abandono, sentimiento de culpabilidad y frustración, lo que incrementa las probabilidades de actuar en la línea de estas emociones para reafirmarlas, por ejemplo perdiendo los balones, entorpeciendo las jugadas o errando penales. Este trance sólo revive frustraciones o el dolor que el subconsciente y el alma albergan muchas veces.
Cuando el jugador se desconecta de la realidad durante el partido y se sumerge en sus emociones menos felices puede sucumbir como tal vez hoy pasó con el aguerrido y talentoso Adalberto Peñaranda. Subconsciente y consciente hacen su partido aparte y, queriéndolo o no, el primero a veces gana. Pero nada dura para siempre, tampoco este dolor que carga este día, esto también pasará pero no así la gloria de toda una Venezuela que hoy disputó una final de un mundial y con mucha dignidad dejó su máximo esfuerzo y temores en la cancha. Deseando que cada uno de esos 21 guerreros en su larga trayectoria profesional pueda confrontar nuevamente sus vacíos, fantasmas y temores a punta de goles, triunfos, revanchas y mucha felicidad ¡¡¡ARRIBA PEÑARANDA!!! ¡¡¡ARRIBA VENEZUELA!!!
